Muchos de quienes somos padres venimos de una generación en la que la educación era bastante estricta y muchos también estamos educando a una generación muy complicada en donde la aplicación de la disciplina se ha venido dificultando, además de contar con una historia de vida que en muchas ocasiones nos hace ser más “blandos” como padres, al no querer que nuestros hijos se sometan a una disciplina rigurosa y a veces hasta traumatizante como la que nos tocó vivir.
Sin embargo, entre esos extremos de rigidez y laxitud, hay diferentes parámetros que a veces no aplicamos, precisamente por ser “extremistas”, pero estamos haciendo un daño importante a las nuevas generaciones.
¡Estate quieto!, ¡ya te dije que no!, ¡deja de llorar!, ¡te voy a castigar!… ¿le suena familiar?, estas y otras frases se aplican como “correctivos” en casi todos los hogares, en los primeros años de vida de un niño que está siendo educado con un mínimo de rigidez, no obstante hay muchos casos en los que prácticamente no se les corrige y se les deja hacer “lo que quieran”.
¿Qué hacer?, ¿cómo hacerlo?. Es cierto, los niños “no vienen al mundo con un instructivo” y es muy difícil determinar límites; sin embargo, múltiples estudios han concluido desde hace ya varios años, en que los castigos constantes, reprimendas, gritos, exceso de rigidez y otras acciones que en el fondo pueden tener el objetivo de “educar al menor de edad”, en exceso pueden provocar un grave daño a futuro que se podría transformar en la manifestación de diferentes conductas antisociales y por increíble que parezca, el caso extremo que es el de no aplicar correctivos puede llevarnos al mismo fin.
Es muy común escuchar historias de delincuentes en donde para justificar sus actos se refieren a la rigidez con la que fueron tratados en su infancia o a la falta de una figura de autoridad en sus hogares.
Por otro lado, el “abandono afectivo” puede impactar en múltiples aspectos presentes y futuros de los hijos.
Por poner un claro ejemplo, se sabe que en gran parte la obesidad se origina a temprana edad por malos hábitos de alimentación, que en parte se gestan por el descuido de los padres o incluso como un escape de los niños de su realidad, quienes encuentran en la comida el sentimiento de bienestar que no obtienen de sus familias.
Efectivamente, la falta de “calidez emocional” en el trato de los padres con los hijos, ha probado ser un factor determinante en la personalidad que de adulto uno va a tener. Esto es un hecho comprobado, de ahí la importancia de que como padres de familia contemos con herramientas suficientes para brindar una educación de calidad que seguramente redundará en personas más sanas a nivel mental.
Ahora bien, ¿Dónde podemos obtener esas “herramientas”?, pues es lógico pensar que muchas pasan de generación en generación; otras también forman parte del sentido común y unas cuantas más se obtienen teniendo acceso a información especializada. Sin embargo, es importante considerar que el entorno social cambia día con día y qué decir de los grandes cambios generacionales que nos han tocado vivir y que también han tenido un impacto directo en la educación en general. Todo esto ha complicado más la educación entre padres e hijos, sobre todo cuando entre ambas generaciones existe una amplia brecha que ha marcado la diferencia a nivel social, pedagógico, moral y hasta tecnológico.
Una buena opción para tratar de hacer un mejor trabajo como padres es el obtener herramientas que nos permitan identificar a tiempo ciertas conductas antisociales.
Una buena opción, sin lugar a dudas, es cursar una carrera técnica como la que ofrece la Universidad del Conde, denominada “Técnico Superior Universitario en Consejería y Educador en estrategias de prevención de Conductas Antisociales, la cual se ofrece mediante una novedosa plataforma que combina algunos elementos de la educación presencial, pero en un esquema a distancia, lo que le permite al estudiante acceder a sus clases en el hogar o en cualquier lugar en que se encuentre, únicamente los viernes por la tarde y los sábados por la mañana.
El tiempo de duración de esta carrera técnica es de 2 años, divididos en cuatrimestres y al concluir cada uno de estos, se entrega constancia del bloque manejado como “diplomado” y al finalizar la carrera se entrega título y cédula profesional.
Recuerde, los hijos no viene con instructivo, pero los padres tenemos la obligación de “generar uno” mediante un sistema de valores y tratando de obtener todo el conocimiento necesario para hacer el mejor papel posible en educar a un nuevo individuo. Esa es nuestra obligación como padres.
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