Por Arturo Conde Pérez.
Vicerrector de la UDC y Presidente del Colegio Nacional de Consejeros.
Hay fechas que nos remontan a las mejores épocas de nuestra vida, nos obligan a pensar en un pasado que también nos han enseñado que es mejor no visitarlo; sin embargo, pensar en nuestros orígenes es un ejercicio muy positivo que nos hace recordar siempre quiénes somos y de dónde venimos. Así es el día del Niño; al igual que el día de la madre son de esas fechas que nos hacen “poner pausa en nuestras vidas” y el tiempo parece detenerse para recordar que un día disfrutábamos jugar con los amigos, ir a la escuela no era una obligación sino una aventura, jugar en la calle era lo mejor del día y sobre todo, convivir en familia era realmente una bendición.
Para quienes tenemos la fortuna y la bendición de ser padres, este día también nos hace recordar la inmensa obligación que la vida nos ha impuesto al ser responsables de la formación y bienestar de aquellos pequeños que un día serán responsables de llevar las riendas de la sociedad, una responsabilidad compleja también, por la tremenda herencia que les estamos dejando en un mundo cada día más hostil.
Como padres no podemos evitar pensar en eso, pero también es un momento para agradecerle a la vida el inmenso regalo que nos ha dado al permitirnos ser padres, ya que en el mejor de los casos, los hijos se convierten en esa “brújula” que nos hace retomar el camino cuando parecemos perder el curso de nuestro destino.
No hay remedio más infalible para un día de estrés, frustración y cansancio, que el llegar a casa y ser recibido por nuestros hijos. Escuchar un “te quiero Mamá o Papá” es aquella frase celestial que se asemeja a la entrega de constancias de un examen de vida que todos los que somos padres presentamos casi a diario.
La importancia de la fecha tiene varios ángulos de análisis. Por un lado recordamos a la niñez como uno de los sectores de población más vulnerables y que necesitan más atención; por otro lado, conmemorar el Día del niño es una invitación a visitar un “mundo” en donde lo único que importa es la alegría y el bienestar, aunque solo sea por un día; pero también es un forzoso y contundente recordatorio de la situación de la niñez a nivel mundial y es aquí donde quienes hacemos ese análisis “despertamos súbitamente” de aquel sueño ideal en donde toda la niñez disfruta de las bendiciones que la vida nos brinda, por el simple hecho de ser niños.
La situación de las niñas y niños a nivel mundial es complicada; ya de por sí el ser los herederos de un planeta que al día de hoy representa grandes retos en su balance natural, resulta preocupante y poco alentador. Por otro lado, la niñez mundial sigue sufriendo a diario una serie de abusos que hace algunos años sólo parecían parte de un mal guión de película futurista. Maltrato, hambre, persecución, secuestro, abuso sexual y psicológico, explotación laboral y tráfico de órganos son solo algunas de las aberraciones que por increíble que parezca los niños del mundo siguen sufriendo.
Recordar esto último no es con la intención de “nublar” la visión de una celebración que debe de ser colorida y llena de luz, sino por el contrario, es un llamado fuerte de atención sobre lo que como seres humanos somos capaces de hacer y en el caso del abuso y maltrato a la niñez no es otra cosa que darnos la espalda a nosotros mismos, como una supuesta “raza superior y con inteligencia”. Nada más equivocado, somos quizás la única especie en el planeta que puede ser capaz de dar amor y al mismo tiempo infringir un castigo inconcebible a nuestro prójimo. Todo esto también debe de ser motivo de análisis en este día. Debemos recordar quiénes somos, qué somos capaces de hacer para bien o para mal y tratar de ser mejores. La niñez es nuestra única esperanza para conservar este mundo. Es nuestra última esperanza para continuar en este paraíso que nos fue otorgado para vivir.
Ahora bien, como parte del Colegio Nacional de Consejeros y como parte de una comunidad Universitaria que cuenta con una carrera que busca profesionalizar para la prevención de conductas antisociales, tenemos también el compromiso de recordar que es precisamente durante la infancia el periodo en donde se forma nuestro carácter y nuestra identidad como seres humanos. Es una etapa en donde el amor, cariño y comprensión de la familia son básicos para formar personas que aporten positivamente a nuestra sociedad. Pero también es una etapa en la que el descuido como padres, generan una serie de situaciones negativas en los niños y jóvenes, que pueden derivar en el infierno de las Adicciones o en el mundo de las conductas antisociales, que no es sino la antesala de la comisión de delitos, con todo lo que esto conlleva.
Por lo pronto celebremos a nuestros niños, pero tratemos de hacerlo a diario ya que de esa manera nos estaremos abrazando y cuidando nosotros mismos como sociedad. ¡Feliz Día del niño!.