La labor de los profesionales de la salud, para la humanidad siempre ha sido invaluable. La dedicación, el esmero, el estudio, las noches en vela, etc. han llevado a dichos profesionales al nicho donde los pone la sociedad, y muy bien merecido lo tienen, sin embargo, hay algunas otras figuras en el mismo ámbito que son igual de importancia y que poca atención reciben por parte de la gente e incluso de los mismos profesionales. Enfermeras, enfermeros, personal de trabajo social, paramédicos, etc. y en lo que refiere al ámbito del cuidado de la salud en el área del tratamiento a las adicciones y conductas antisociales, los consejeros.
Es por ello que en la Universidad del Conde nos pareció de suma importancia poner en el mapa a estas personas no solo con la creación de la carrera en sí, sino que también, en el afán de dar la importancia que tiene y que merece esta labor, decidimos conjuntar los valores y virtudes de la misma en un juramento que los estudiantes debieran proferir al concluir sus estudios.
Para responder a esto, es necesario analizar y entender la labor del consejero.
Un juramento se realiza cuando una persona desea cumplir con un deber específico, empleando para ello una formula determinada. Los juramentos son tanto promesas como declaraciones realizadas de forma solemne con rectitud, honestidad y compromiso al mismo.
Ahora bien, el consejero se convierte siempre en la primera línea de apoyo de las personas afectadas, entonces más que una figura de autoridad como tal, se vuelve más bien en una figura de autoridad moral, un amigo que escucha, que atiende y que brinda apoyo y consejo mediante su conocimiento académico, pero más aún, mediante su experiencia de vida. Es por ello que el perfil del aspirante a esta carrera no es necesariamente el de una persona que “la haya tenido fácil en la vida”, por llamarlo de alguna manera. Un consejero muchas veces suele ser un rehabilitado de estas mismas conductas u otras igual de destructivas, aunque no necesariamente es ese el perfil. Hay muchas personas que se convierten en consejeros para apoyar a otra persona con la que comparten lazos sanguíneos o de verdadera amistad.
Entonces, el consejero al encontrarse entre el paciente y el profesional, es quien recibe de primera mano el sentir de los afectados, es el héroe sin capa, el compañero de sufrimiento, la prueba viviente de que un cambio es posible. Es el click social y humano que hace falta para que los tratamientos se lleven a cabo y las personas afectadas por estas conductas, puedan ser rehabilitadas y así, reintegrarse a la sociedad con una conducta más productiva para sí y para los demás.
Por todo esto es que la UDC consideró que los factores mencionados, así como la labor realizada por los consejeros eran meritorios de algo más. El título y cédula profesional que la UDC otorga a los egresados del TSU son fundamentales en el desarrollo personal de los futuros consejeros, sin embargo, quisimos ir un paso más allá y crear un juramento con el que las personas entendieran la importancia de la labor que realizarán, el compromiso, la dedicación, la lealtad, la responsabilidad e incluso, la empatía y entereza con las que deberán caminar en el futuro. Estos preceptos serán lo que los guíen en el desempeño diario de su labor allá, en la trinchera, al lado de aquellos que necesiten de su apoyo.